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La excreción es un proceso fisiológico, que le permite al organismo expulsar sustancias que no sirven ni se usan y pueden ser tóxicas para el cuerpo humano, manteniendo así el equilibrio de la homeostasis y la composición de los fluidos corporales.[1]
Durante las actividades vitales, como la respiración celular, se producen varias reacciones químicas en el organismo. Se conocen como metabolismo. Estas reacciones químicas producen productos de desecho como dióxido de carbono, agua, sales, urea y ácido úrico. La acumulación de estos desechos más allá de un nivel dentro del cuerpo es perjudicial para el organismo. Los órganos excretores eliminan estos desechos. Este proceso de eliminación de los desechos metabólicos del cuerpo se conoce como excreción.
Las plantas verdes producen dióxido de carbono y agua como productos respiratorios. En las plantas verdes, el dióxido de carbono liberado durante la respiración se utiliza durante la fotosíntesis. El oxígeno es un subproducto generado durante la fotosíntesis, y sale a través de los estomas, las paredes celulares de las raíces y otras vías. Las plantas pueden deshacerse del exceso de agua mediante la transpiración y la evisceración. Se ha demostrado que la hoja actúa como un "excretóforo" y, además de ser un órgano primario de la fotosíntesis, también se utiliza como método de excreción de desechos tóxicos por difusión. Otros materiales de desecho que exudan algunas plantas - resina, savia, látex, etc. son forzados desde el interior de la planta por presiones hidrostáticas dentro de la planta y por fuerzas de absorción de las células vegetales. Estos últimos procesos no necesitan energía añadida, actúan de forma pasiva. Sin embargo, durante la fase de preabscisión, los niveles metabólicos de una hoja son elevados.[2][3] Las plantas también excretan algunas sustancias de desecho en el suelo que las rodea.[4]